Lecturas para después de ver la película

LECTURAS RECOMENDADAS PARA DESPUÉS DE VER LA PELÍCULA


Reseñas sobre la película “También la lluvia” de Iciar Bollaín
En “También la lluvia” se entrecruza la historia de dos hechos reales lejanos entre sí en el tiempo: el rodaje de una película sobre el descubrimiento de América (es, por tanto, una “película dentro de una película”) y la lucha en contra de la privatización del agua en la ciudad boliviana de Cochabamba en el año 2000.  ¿Qué relación guardan estos acontecimientos para unirlos en una película? Aparentemente ninguna; sin embargo, Iciar Bollaín ha sabido unirlos de forma original en esta cinta que, además, nos ofrece varias lecturas interesantes.
Se pueden apreciar dos partes: la primera mitad del film se centra en el rodaje de una  película sobre el descubrimiento de América, que se realiza contratando para representar a los indios taínos (los originarios de la isla La Española, donde Colón estableció el primer asentamiento europeo en el Nuevo Mundo) a la población indígena de Cochabamba, que está inmersa en la lucha contra una empresa multinacional que, con la connivencia de las autoridades locales, quiere privatizar el agua y vender este recurso básico a unos precios abusivos para las clases populares.
Si en la primera parte el director, encarnado por Gael García Bernal, aparece como una persona cercana y sensible a los problemas que sufren los indígenas bolivianos, el productor Costa, encarnado por Luis Tosar, se presenta como un “tiburón”, al que los problemas de los indígenas sólo le interesan en la medida en que le permitan acabar la película y marcharse (“Éste nos dará problemas”, dice al principio refiriéndose a Daniel, el líder de las protestas por el agua encarnado por el actor boliviano Juan Carlos Aduviri).
Conforme avanza la cinta, asistimos a la segunda parte, donde el problema del agua cobra protagonismo hasta el punto de trastocar los planes de rodaje de la película, y los papeles del director y el productor se invierten, siendo Costa (Luis Tosar) quien a la hora de la verdad se implica en la guerra del agua ayudando a Daniel, mientras el director sólo quiere acabar la película.
Como profesor de ciencias sociales, en ocasiones intento demostrar a mis alumnos (sobre todo a aquellos que consideran mi asignatura un “tostón”) que la  historia es una materia viva, que no está todo dicho y muchos aspectos se someten a la crítica histórica para dar una nueva visión de determinados acontecimientos históricos y, llegado el caso, reinterpretar los hechos a la luz de las nuevas investigaciones. En este sentido,“También la lluvia” nos ofrece una magnífica oportunidad para someter a debate un acontecimiento histórico como el descubrimiento de América, en la medida en que difiere de la versión oficial que nos llegó durante siglos, a veces mitificada, donde se presentaba a los españoles como los valientes que cruzaron “la mar océana” para llevar a los amerindios la civilización, la lengua castellana, salvar sus almas dándoles la oportunidad de abrazar la fe católica y convertirlos en súbditos de los reyes españoles.
En contraposición, observamos en la película un Cristóbal Colón ávido de oro, obligando a los amerindios a lavar lor ríos en busca del preciado metal; aparece con crudeza la desesperación de los indígenas al huir de los españoles.
El personaje que representa a Colón, encarnado por Karra Elejalde, cuestiona incluso la denuncia de los abusos cometidos contra la explotación de los amerindios que hicieron los frailes Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas, presentándolos como simples encomenderos.
Hay que recordar que el famoso discurso de Fray Montesinos en la isla de La Española en 1511, junto con las denuncias de Bartolomé de las Casas y las tesis del teólogo y jurista Francisco de Vitoria sobre los derechos de los indios, sirvieron de base para que Carlos I promulgara las llamadas “Leyes Nuevas de Indias” en 1542, que intentaban proteger a los amerindios frente a los abusos de los encomenderos. En la práctica estas leyes no sirvieron de mucho (“acátese pero no se cumpla” se decía entonces), pues los españoles siguieron cometiendo excesos en su relación con los indígenas americanos pero, al menos, hubo voluntad por parte de la monarquía hispánica de frenar estas prácticas y quedó constancia por escrito. Muy distinta fue la colonización anglosajona en el norte de América pero ése es otro debate que queda fuera de nuestro propósito.
Otro aspecto que destacaría es el papel de Daniel, que lidera las protestas por el agua en Cochabamba y al mismo tiempo participa en el rodaje de la película representando a un indio taíno. En ambos papeles aparece como un líder orgulloso, donde un mismo personaje  escenifica la insumisión contra los abusos del colonialismo en el siglo XVI así como también contra el moderno neocolonialismo del siglo XX (tanto el que representa el productor de la película como el de la multinacional que quiere privatizar el agua de Cochabamba). Todo ello en un contexto (el antiguo imperio inca) donde no se puede evitar rememorar a Daniel como un moderno Tupac Amaru, aquel cacique descendiente de los reyes incas que encabezó la mayor rebelión por la independencia del Perú en el siglo XVIII.
En definitiva, creo que “También la lluvia” es una película que invita al debate, a la reflexión en torno al descubrimiento y colonización de América, que induce a pensar en la visión que los propios indígenas americanos pueden tener del descubrimiento de América.
Es también una crítica a la globalización de las empresas multinacionales que practican un neocolonialismo en sociedades depauperadas cuya única alternativa es la revuelta, ya que al tenerlo todo perdido sólo les queda la esperanza de la victoria en una batalla desigual frente a un moderno Goliat.


Antonio Soriano Alcaraz, profesor de historia del IES Benejúzar, (Alicante).
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Hola mi nombre es María José, el lunes tuve el placer de acompañaros al estreno de También la lluvia. Película muy original, muy bien estructurada y que nos adentra en una gran aventura, que me gustaría compartir con vosotros resumiendo los hechos históricos más característicos. Esta aventura nos transporta a la época de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, donde en el año 1492, Cristóbal Colón, buscando una nueva ruta por el oeste para llegar al extremo Oriente, descubre el continente americano, donde se consolidara en el siglo XVI un vasto imperio colonial. Los Reyes Católicos apoyaron el proyecto de Cristóbal Colón con el deseo de expandir la religión católica y el interés económico, puesto que España era rural y la población estaba vinculada a la agricultura, y el planteamiento de Colón era encontrar una ruta con el Extremo Oriente, por el oeste, en búsqueda de oro y especias. El interés de Colón era esencialmente económico. Teóricamente la evangelización ocupaba un lugar relevante como la explotación económica de los nuevos territorios, pero en la práctica, los objetivos principales de los conquistadores fueron la apropiación de oro y plata y la posesión de tierras. Así la corrupción y la explotación de los indígenas fueron desde el principio rasgos destacados de la administración en América. La colonización del Nuevo Mundo tuvo consecuencias demográficas desastrosas para la población indígena. La sociedad, aunque dominada por la diferencia entre colonizadores e indígenas y la dependencia de unos a otros, se fue transformando a lo largo del tiempo, de ahí que se fuera configurando un mundo interracial, pero con una sociedad muy desigual , con gran cantidad de grupos con diferentes derechos, ocupaciones y posición económica . Como en todos los comportamientos humanos, no hay un único motivo, ni todos los participantes buscaban lo mismo. A los individuos les interesaba enriquecerse, extender su fe o dominar tierras y hombres.
Todo ello lo vemos reflejado en la película. El hecho de expandir la religión siendo, en realidad, la defensa de los derechos de los indígenas, sobre todo después de ver los abusos cometidos por Colón, los actores que interpretan a los personajes de Fray Antonio Montesinos y Fray Bartolomé de las Casas. El interés económico, en los trabajos forzosamente realizados por los indígenas, practicas de trabajo explotador que en ocasiones hasta incluía la esclavitud para extraer el oro. Y la desigualdad social a lo largo de toda la película, tanto en las escenas que retoman la Historia de Colón, como en esa injusticia que hace revelarse, luchar, enfrentarse a la realidad vivida en Bolivia.
También la lluvia pretende unir en el tiempo los hechos históricos de nuestros antepasados con la actualidad vivida en Bolivia, Guerra del Agua en Cochabamba. Esta es una realidad que viene a recordar la historia, es decir es como si de nuevo nos adentráramos en América pero desde otra perspectiva mucho más moderna pero donde lo principal es el interés ya bien sea, por el agua, como por la riqueza, lo importante: la lucha por ese objetivo en sí, único y exclusivo. Son dos historias que se encuentra en un mismo punto, con un mismo objetivo, pero una vista desde el punto de vista histórico, y la otra dentro de la realidad vivida en la actualidad.
Y de nuevo daros la enhorabuena por el trabajo bien hecho.

Mª José Sarmiento, profesora de Geografía e Historia y asistente al preestreno en Alicante.

Javier Tazón ha escrito este relato especialmente para el proyecto

El viento azotaba sobre el pequeño muelle de la ciudad de Santi Emeteri. Abarloadas dentro de la estrecha bocana, las dos naos entrechocaban sus palos, bamboleados por los aires impertinentes y secos que provenían de la Peña Cabarga. Antonio Gil de la Hermida, veterano tonelero, se caló la gorra redonda que le tapaba hasta casi los ojos y le protegía las orejas; hacía calor, pero no podía soportar el viento sur. Amontonadas junto a la muralla del castillo de San Felipe, esperaban su revisión final más de cien barricas que acababan de ser llenadas con sidra de la tierra. Eran los últimos toques a sus famosas carrales; precisaba comprobar la reacción de aquel roble nuevo, una vez llenas de líquido. Estaban recién hechas, elaboradas con madera un tanto fresca por las premuras del viaje. Le pagarían bien.
Mientras las golpeaba suavemente con un martillo, una a una, como si hablase con ellas, no se percató de que a su espalda un fraile franciscano se había sentado en unos maderos y no perdía detalle de sus movimientos.
―¿Qué tal se portan sus criaturas? ―preguntó el religioso. Antonio Gil se volvió, molesto.
―Con vino bien, con sidra no estoy tan seguro.
―¿Cree que no aguantarán el viaje? ―tornó a preguntar el franciscano, deseoso de entrar en conversación.
―La barrica sí, de la sidra no puedo deciros.
―¿Quizás esté aún sin fermentar?
―Vos lo habéis dicho.
―Claro, y eso hincha la madera, ¿verdad?
―Sí.
―¿Pero aguantará el paso de la Mar Océana?
―Dios lo sabe, que no yo.
Una racha de viento levantó los manteos del fraile, como si hubieran sido removidos por la voluntad del parco tonelero, que mostraba con claridad que no pretendía entrar en conversación. Mas el religioso no se daba por vencido. Se incorporó y siguió al artesano como para que no se le escapase. Iba a embarcar él también en las naos que esperaban en el puerto, al igual que el artesano y creía su obligación darles palique a los futuros miembros del rebaño. Era uno de los cinco religiosos que marcharían con Juan de la Cosa y con Colón hacia las tierras de más allá del Golfo. Estaba esperando desde hacía cuatro meses en la pequeña ciudad del Cantábrico, a que se formase la gran expedición que compondría el segundo viaje a aquellas tierras.
―¿Iréis con vuestra mujer e hijos?
―No estoy casado ni tengo descendencia y, aunque lo estuviese…
Calló y miró con desconfianza al religioso.
―¿Qué queréis decir? ¿Qué haríais si estuvieseis casado? ―el fraile sabía bien que no irían mujeres y pretendía conocer cuál era la disposición de aquel viajero, uno de los más importantes de la expedición, dada su condición de tonelero.
―Yo sé lo que sé.
El fraile era tozudo y no se daba por vencido. Tornó a sentarse en los maderos y a preguntar para arrancar al buen artesano alguna información más personal.
―Y decidme, maese ¿Por qué sidra y no vino? Yo soy andaluz, de la Castilla de la Mar y por aquellas tierras sólo se embarcan barricas de vino o de agua, que mejor sería.
―Por la boca, hermano, por la boca .
El fraile no entendió aquella respuesta. ¿Serviría aquel líquido para calmar mejor la sed? Decían que apenas tenía alcohol y que era preferible al vino pues su ingesta no producía graves altercados entre la marinería. Se elaboraba con manzana de la tierra. Santi Emeteri, Santander como decían muchos, estaba plagada de manzanos.
―No os entiendo. ¿Qué tiene que ver la boca con beber sidra?
―Es para no blasfemar.
―¿Qué decís? ¿Es sidra bendita? ―inquirió, sarcástico, el religioso.
―Se lo voy a explicar hermano ―dijo el tonelero ya harto, volviéndose del todo para encararse con aquel pelmazo―. Ahora mismo estoy desesperado por vuestra presencia, ¿comprendéis? ¡Estoy harto de vos!
Javier Tazón Ruescas
www.javiertazonruescas.blogspot.com
Me entran ganas de acordarme de los Clavos de Cristo y de la santa matrona que os parió. ¿Veis cómo tiemblo? ¿Contempláis mis manos a punto de golpearos con este martillo?
El frailuco estaba pálido e inmóvil.
―¿Creéis que llegaré a blasfemar? ¿No? ¿Sí?
Se había acercado hasta casi un palmo del rostro del infeliz. Varios transeúntes se arremolinaron para mejor contemplar la escena, regocijados. Antonio Gil era así, hosco y callado, pero excelente persona y el mejor de su oficio. Sabían, que era capaz de aguantarlo todo, mas nunca a los pesados. Sostenía que el último mandamiento de la Ley de Dios era «No molestarás a tu prójimo», pero que a Moisés se le cayó en el Sinaí la tabla en la que estaba inscrita esta sensata norma divina.
El fraile no sabía cómo escapar de aquella furia.
―¡Pues no! No voy a blasfemar. ¡Mirad!
Se volvió hacia una barrica tumbada, abrió la zapa y escanció sidra en una jarra que a mano estaba para esa finalidad, pues los porteadores que abastecían las naves precisaban refresco.
Bebió con fruición sin cuidarse del líquido que resbalaba por la comisura de la boca. Al terminar, se limpió con el dorso del brazo y lanzó un sonoro regüeldo, en dirección al impertinente.
―Ya veis, hermano. Ni he blasfemado ni he echado fuego por la boca. Esta bebida es santa.
Y terminó la broma con una sonora carcajada. Todos le corearon y el religioso escapó atarazanas arriba como huyendo del diablo.
Aquel forastero charlatán ignoraba la importancia de la sidra en los viajes de los marinos cántabros por los mares del Norte en busca del bacalao y la ballena. Nunca eran afectados por las llagas que impedían comer y que, en muchos casos, terminaban con la vida de los marinos.
El tonelero, por su parte, desconocía que aquel fraile pesado y entrometido era el depositario en la ciudad de los fondos proveídos por Juan Rodríguez de Fonseca, Comisario de la gran flota de diecisiete navíos y mil doscientos hombres que pronto se concentraría en Cádiz.
No sospechaba Antonio Gil de la Hermida, el mejor tonelero de Santi Emeteri, que su falta de paciencia le llevaría a jurar y a cargarse con la culpa de mil blasfemias, gracias a las que se granjeó, casi seguro, un lugar destacado en el infierno. Aquel frailuco que corría atarazanas arriba, iba a retrasar dos años el pago de unos toneles tan bien terminados.
Eso sí, ni él ni ninguno de los marinos santanderinos sufrirían llagas en la boca.
¡Bendito zumo de manzana fermentado!
APÉNDICE.
Quinientos años después, la sidra es un producto típico de América, aunque muchos lo desconocen. Estados Unidos es el primer productor mundial, pero también la hay en Méjico, Chile, Brasil, Uruguay y Argentina. Pasados dos siglos, los ingleses descubrieron que la sidra era uno de los mejores medicamentos contra el escorbuto. Los nuestros lo sabían desde mucho tiempo atrás.
Javier Tazón Ruescas
Autor de “El cartógrafo de la reina (Memorias de Juan de la Cosa)” elcartografodelareina.com