Marco histórico para ANTES de ver la película


Unas lecturas recomendadas para antes de ver la película. 
Si eres profesor... 
porque te podrán ayudar a dar nuevas perspectivas a esta parte de la Historia.
Si eres alumno... 
porque practicar un comentario de texto te podrá ayudar en tus futuros estudios en la Universidad.
Corría el 12 de octubre de 1492 cuando el grito del marinero de la carabela "La Pinta" , Rodrigo de Triana , desgarra el abatido silencio en que dormitan los 87 hombres que navegan en las tres naves que componen la primera expedición de Cristóbal Colón. Son apenas las dos de la madrugada, pero la luna refleja la blancura de una ensenada en la isla de Guanahaní (luego rebautizada como San Salvador). Han sido treinta y tres días de temeraria navegación por alta mar desde las Islas Canarias - algunos más emplearon para llegar a las Islas Afortunadas - en los que Colón tuvo que "engañar" a su tripulación , que ya se veía perdida , contando menos leguas de las que en cada jornada realmente hacía "porque si el viaje fuese luengo no se espantasen ni desmayase la gente" (elegante forma de aludir al que posiblemente fuese el gran temor de quien posteriormente sería nombrado , por la Corona de Castilla , "Almirante, virrey y gobernador del mar océano, de las islas y de la tierra firme" ; un motín a bordo que obligase a la vuelta a la península). Empieza aquí primero la conquista y luego la colonización, dos hitos históricos que han hecho correr ríos de tinta, alentado polémicas y , las más de las veces , desatado pasiones tan justificadas en lo humano cuanto inexactas en lo histórico. Y es aquí en donde , humildemente , pretendo poner mi "pica en Flandes", expresión de origen histórico con la que el idioma español alude a tratar de hacer algo extremadamente complicado... y ya sabemos lo complejo que resulta nadar contracorriente.

Tengo para mí que el descubrimiento , conquista y colonización de América (con sus pros y sus contras) es una de las dos más grandes proezas en la Historia de la Humanidad. La segunda se produce siglos más tarde , cuando en 1969 tres astronautas norteamericanos ponen por primera vez el pie sobre la superficie lunar. La gesta de los marineros españoles en los estertores del siglo XV supone la demostración empírica de las teorías sobre la esfericidad de la Tierra , abre la puerta a toda suerte de descubrimientos geográficos e inicia el camino al conocimiento , primero de nuestro planeta , y al establecimiento posterior de lo que hoy conocemos como "aldea global"; mientras que la odisea espacial del Apolo XI rompe las barreras físicas que nos atan a nuestro -desde el viaje de Colón- "pequeño planeta azul" , brindando así al género humano una esperanza de futuro -al decir de no pocos científicos actuales- si acertamos con el "camino de las estrellas" a tiempo; es decir, antes de que nuestro planeta Tierra no de más de sí. Y poco importa , desde el punto de vista del Progreso Humano (así, con mayúsculas) que la intención inicial de tan notables avances se debiese a intereses comerciales -en el caso de los españoles- o a razones ideológicas, políticas o propagandísticas en la lucha por la supremacía que los americanos sostenían por aquel entonces (rebasada ya la primera mitad del siglo XX) con los soviéticos; con harta frecuencia los más grandes avances son fruto de la casualidad o resultado de intereses , personales o colectivos , que poco tienen que ver con el altruismo, lo que no merma un ápice su inmenso valor.


La conquista de América y la posterior colonización de los territorios "adquiridos" sirvió de forma inmediata para aumentar la importancia internacional de España hasta convertirla a la postre en el Gran Imperio, en la potencia hegemónica, y , precisamente por ello , en el enemigo a batir por los demás países de su entorno , temerosos -como no podía ser menos- de un territorio tan vasto en el que "nunca se ponía el sol". No cuesta mucho imaginarse que este hecho está en la base de la extraordinaria e interesada notoriedad que adquirió por aquellos siglos la famosa "leyenda negra" antiespañola. Hasta aquí nada nuevo; el poderoso siempre concita un punto de envidia y una prudente dosis de prevención - si se quiere justificar así - que nos empuja a ponernos del lado del débil... quizá porque nos sentimos más seguros contemplando la balanza equilibrada.
Lo que me parece más peligroso (en la línea de las teorías del revisionismo histórico al uso hoy) es no respetar el hecho , simple y meridiano , de que todos somos hijos de nuestro tiempo, condicionados por la época que nos ha tocado en suerte vivir y cuyos parámetros de todo tipo y condición (políticos, culturales, ideológicos, económicos y un largo etcétera) nos determinan siempre , nos constriñen con frecuencia y posiblemente nos justifiquen las más de las veces, sepámoslo o no. Lo contrario , esto es , interpretar el pasado desde los valores del presente es práctica arriesgada , que con frecuencia aboca a malas interpretaciones y nos hace reos de nuestro propio error; ¿qué juicio le merecería nuestra moderna y bien pensante sociedad democrática del siglo XXI a un hipotético hombre del siglo XXX si la juzgase desde su futuro , sin entender ni considerar la realidad en la que vivimos ahora?. Este craso error histórico tiene un nombre , anacronismo , y su funesto influjo ha encontrado campo abonado en no pocos acontecimientos del pasado , entre los que la conquista de América figura como uno de los más conocidos y comentados. Para evitarlo, basta con no juzgar el pasado desde el presente, sino más bien comparar lo que hicieron unos y otros por las mismas fechas, algo que en el caso de la conquista de América bien puede hacerse, pues a este hecho contribuyeron decisivamente otras potencias europeas (portugueses, franceses , ingleses...).

Con frecuencia oimos de la actuación española en América que fue ilegítima, interesada y enormemente sangrienta, e incluso no es infrecuente aplicar a estos sucesos términos como "saqueo", "exterminio", "expolio", "masacre" y otras lindezas. Una conquista es , por definición , un hecho bélico , cruento y ciertamente doloroso... y la conquista de América no fue una excepción. Como tampoco fue excepción que de análoga forma actuaron las demás potencias europeas en sus respectivas áreas de influencia. Como tampoco es excepción que en una guerra hay dolor y muerte ... ¡ por ambas partes ! Con candidez infantil -o quizá todo lo contrario- se ha ido deslizando históricamente la idea de la guerra injusta -por ilegítima- en la que los ávidos españoles , sedientos de oro , despojan a los pobres indígenas de sus tierras. Y uno , por principio , sospecha siempre de estas visiones maniqueas en las que los buenos (los indios, en este caso) lo son en grado sumo y sin fisuras, y los malos (entiéndase los españoles) tampoco admiten matices: básicamente el ser humano no es así. Quizá si tratásemos de ponernos , por ejemplo , en la piel de los muchos pueblos amerindios sojuzgados por el gran imperio azteca - los mismos pueblos que con su decidido apoyo a los españoles posibilitaron que Hernán Cortés conquistara Tenochtitlán (México) pese a su abrumadora inferioridad numérica - nos replanteásemos la simplista visión de buenos-malos de que vengo hablando. Y quizá , de paso, el espinoso tema de las "legitimidades", puesto que las potencias europeas aplican en la conquista la misma fórmula que los pueblos indígenas precolombinos más poderosos utilizan con los que lo son menos ... o quizá peor, pues al menos en el caso de España la legislación sobre los derechos de los indígenas aparece muy poco tiempo después del Descubrimiento mismo (1512, Leyes de Burgos), algo que no vemos se produjera en las con frecuencia tirantes relaciones entre pueblos precolombinos.
Insisto; no se trata de negar los muchos desmanes cometidos, sino simplemente de ser ecuánimes al valorar un hecho histórico de enorme repercusión y que tuvo , desde luego , un altísimo coste humano. Legalidad jurídica y legitimidad moral buscaron los españoles en el arbitrio de la única institución de la época (analizando los hechos desde su propia perspectiva histórica) que podía ofrecer por aquel entonces algo así; el Papado de Roma (las dos bulas del Pontífice Alejandro VI denominadas "Inter Coetera" , de 1493 , son la prueba). Legalidad se buscó -roto el pacto inicial del Papa- en el Tratado de Tordesillas ( 1494 ) para zanjar la controversia en el reparto territorial de América con los habilidosos navegantes portugueses. Y mucho me temo que no se pueda aplicar tanto "celo legitimador" en las actuaciones de otras potencias europeas que hicieron del saqueo, la "piratería de Estado" y el contrabando el eje de no pocas de sus actuaciones en la zona de las Antillas , por ejemplo.
En el extenso capítulo de calamidades achacables a los conquistadores españoles siempre ha resonado con fuerza el tema del exterminio de los indígenas. Y es bien cierto que hubo un descenso en la población nativa - descomunal, sería el calificativo - en las décadas inmediatamente posteriores al Descubrimiento . Esto es un hecho... el problema es cómo explicarlo. La guerra se debió cobrar sin duda un alto precio en vidas humanas , se cometieron efectivamente abusos por parte de los conquistadores y tampoco es negable el hecho de que se produjeran masacres , pero todo ello , incluso unido a los devastadores fenómenos naturales tan típicos de aquellos lares ( lluvias torrenciales , tormentas tropicales , huracanes , tornados o movimientos sísmicos , por citar los más característicos ) todo ello - insisto - no basta por sí solo para explicar el fenómeno de la caida demográfica. Una circunstancia esta de tal magnitud que terminaría afectando a la disponibilidad de trabajadores indios, dando así origen al tristísimo episodio histórico de la esclavitud . El problema para aceptar , sin más , la teoría de la brutalidad genocida española - que con tanta alegría se ha manejado - es que los fenómenos naturales devastadores ya se producían con anterioridad a la llegada española , como también eran frecuentes las escaramuzas y hechos sangrientos entre las distintas poblaciones precolombinas . Quedémonos como prueba con un simple dato , hoy aterrador ; tan sólo durante el reinado del sexto rey azteca y en el gran templo de Tenochtitlán algunos historiadores apuntan una cifra en torno a los veinte mil sacrificios humanos , cuyas víctimas eran en su mayoría los infortunados prisioneros de las constantes guerras que alimentaban el imperio azteca .
Algunos insignes historiadores buscaron la explicación al hundimiento poblacional indio en el único fenómeno que podría proporcionar , por sí mismo , una justificación coherente a cifras tan llamativas: las epidemias . Europa ya había registrado , con sus brotes de peste en la época medieval , unos períodos de elevadísima mortandad y , por otra parte , el mapa epidemiológico de la América española de aquella época está desde hace ya tiempo establecido ( primero la viruela en Santo Domingo , México y su extensión posterior por el sur ; después el sarampión en las Antillas , México de nuevo y luego en casi toda la América central ; más tarde el llamado "matlazahuatl" - que nosotros identificamos con el tifus - de nuevo cebándose en México y reapareciendo en otras zonas tiempo después... Y aún nos quedaría la gripe , que asoló Europa hacia mediados del siglo XVI y terminó alcanzando América tiempo después ). ¿ Por qué cebarse pues en la teoría genocida - que se muestra claramente insuficiente - y no aceptar la acción combinada de factores muy diversos y coincidentes en tiempo y espacio para aclarar un suceso tan llamativo como determinante en el posterior curso de los acontecimientos ? Quedan aún muchos aspectos por discutir en un hecho histórico que duró tantísimos años , abarcó tan inmenso territorio y afectó a tan gran parte de la población mundial ; entre otras cosas el esfuerzo de todo tipo que los españoles hicieron por llevar a cabo una auténtica colonización mucho más allá de la mera utilización de su descubrimiento con fines únicamente comerciales , pero este capítulo queda pendiente para mejor ocasión , dándome excusa además para volver a "colarme" en nuestro blog.
Permitidme tan sólo una postrera reflexión , muy breve. Cuando con alguna frecuencia mis alumnos me preguntan por qué hay que estudiar Historia , qué sentido tiene escudriñar el pasado , de qué les va a valer, yo siempre los miro en silencio unos segundos antes de hacerles ver el derecho que todos tenemos a conocer nuestros orígenes , a rendir homenaje a nuestros "mayores" , a buscar una explicación a nuestra forma de ser. Incluso les recuerdo que a nadie le deben privar de satisfacer su curiosidad ( pues ésta es , en buena medida , la causa del progreso humano ) aún cuando su curiosidad se centre en cómo vivían o vestían o qué tipo de vasijas usaban los romanos. No falta en ese momento quien me insiste en que todo eso está muy bien pero ... de qué le va a servir conocer el pasado de cara a su futuro. Y es entonces cuando se me viene siempre a la memoria una frase que hace años leí y nunca he olvidado: "No te dirá la Historia lo que tienes que hacer, pero sí lo que debes evitar". Si no queremos estar condenados a repetir errores, hagamos el esfuerzo de acercarnos a la Historia desechando intereses y prejuicios, y aceptando los hechos - nos agraden o repugnen - como honestamente creemos que se produjeron.
Fr. Javier Arce Argos
Profesor de lengua y literatura españolas

Para aumentar tu conocimiento de la Historia que mejor asesoría que un profesor universitario, investigador, escritor y conferenciante experto en el tema: Manuel Hernández

            La conquista y colonización de las Canarias centrales corre paralela al Descubrimiento de América. Cuando Colón arriba al Nuevo Mundo todavía las islas de Tenerife y La Palma no habían sido conquistadas por Alonso Fernández de Lugo. Casi noventa años antes, un francés, Juan de Béthencourt, había iniciado la ocupación de Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro e incorporado su señorío de las Canarias a la Corona de Castilla. En esos años, se asiste a un período de profundas transformaciones en el Atlántico que modificarán por completo la economía mundial con la expansión de las potencias europeas por nuevos territorios hasta entonces desconocidos o de difícil y complejo acceso.
            En esa época de profundas transformaciones, un Archipiélago poblado por un pueblo neolítico, sometido a esporádicas y constantes razzias en busca de esclavos, enclavado en un área hasta entonces marginal y de difícil navegación para los conocimientos científicos y tecnológicos del momento, pasaría a ocupar un papel de centro de intermediación, de transmisión y de difusión de tecnologías, cultivos y plantas. El descubrimiento y la colonización de las Antillas por Colón convirtió a las Canarias en un escenario privilegiado, en un laboratorio experimental siempre tenido en cuenta como punto de partida para la política española en un medio diferente y desconocido; la única referencia de la acción de la Corona sobre un pueblo en un estadio cultural bien distante, que nunca había conocido la llama del Evangelio y sobre el que teólogos y expertos en derecho dictaminaban su naturaleza humana y la potestad de intervenir por derecho de conquista sobre sus tierras.
            Canarias será desde entonces el primer espacio de Indias, o las Américas una isla Canaria por ganar, como diría un escritor de la época. Todavía en pleno siglo XVIII se pensaba desde la Península que Canarias era un Reino de Indias, como mostraba un instrumento notarial del País Vasco. Plantas asiáticas como la caña de azúcar y la platanera se habían introducido en las islas, y desde ellas serían llevadas a Indias. Técnicos canarios trabajarán en el primer ingenio del Nuevo Continente en Santo Domingo. El ñame africano penetrará desde bien pronto en el ámbito caribeño. Lo mismo ocurrirá con el cerdo, la cabra, el perro y la oveja, que, conducidos desde las Islas, se esparcirán por las Antillas. Se intentará aclimatar a los camellos en Los Andes a mediados de la centuria e incluso los primeros sarmientos de vid cultivados en Perú tendrán esa misma procedencia.
            Las Canarias fueron, por tanto, un intermediario en la difusión de plantas y animales en ambos lados del océano. La papa se aclimatará rápidamente y se conocen desde bien pronto exportaciones hacia Europa. En una fecha tan temprana como 1567 ya eran enviadas a Flandes. En unión del millo transformará la agricultura isleña convirtiéndose en la alimentación por excelencia de las clases bajas de la sociedad. Sus elevados rendimientos, muy superiores a los del trigo, y la complementariedad de su cultivo con el viñedo harán que  se generalice mucho antes que en Europa.
            Canarias se convierte por su posición y la acción de los vientos alisios en la ruta y el paso obligado para las Indias. Tan favorable era la travesía que llegó a llamarse Ruta de las Damas. Por tales circunstancias, la gran mayoría de los barcos y las flotas que marchaban hacia América hacían escala para repostar en los puertos canarios.
            Como pioneros de un medio nuevo, los canarios participarían en la conquista como expertos guías. Entre 1492 y 1506 al menos 12 de las mayores expediciones hacen escala en La Gomera o Tenerife. Entre ellas las de los mayores nombres de la conquista como Colón, Ojeda, Vespuccio, Pedrarias, La Cosa, Yáñez u Ovando. Las Canarias tienen el privilegio de comerciar con Indias desde los comienzos de la colonización del Nuevo Mundo. Esta circunstancia será decisiva para el papel que el Archipiélago desempeñará en la travesía. El monopolio sevillano no tiene control efectivo del movimiento de personas que parten desde el archipiélago hacia tierras indianas. Por ello, todos los que por sus características personales tienen problemática su partida desde Sevilla se trasladarán al archipiélago para adentrarse sin control en América. Una Real Orden de 1511 simplemente especifica que los canarios parten solamente con la autorización del capitán del navío.
            De esa forma, canarios o residentes en Canarias se convierten en parte integrante de las expediciones de conquista y colonización. Pedro de Mendoza en ruta al Estuario de la Plata, donde efectuará la primera fundación de Buenos Aires, recluta tres compañías de soldados en Tenerife en 1535. Al año siguiente Pedro Fernández de Lugo, hijo del primer Adelantado, forma una expedición de 1.500 soldados, la mitad de ellos isleños, para la conquista de Santa Marta en Colombia. Su expedición jugará un significativo papel en la entrada de Jiménez de Quesada en el Río Magdalena y la Sabana de Bogotá. Pedro de Heredia en el Sinú, Diego de Ordáz en Paria, Jorge Spira en Coro, Francisco de Montejo en Yucatán y Hernando de Soto en Florida, financiado en parte por el Conde de La Gomera, reclutan expedicionarios en el Archipiélago.
            Pero la discusión fundamental sobre la participación de Canarias en la conquista y colonización de América en el siglo XVI estriba en hasta qué punto se puede denominar como canarios a los que se embarcan desde las islas para adentrarse en el Nuevo Mundo. Analola Borges ha calculado en 10.000 el número de isleños emigrados a Indias en esa centuria. Pero ¿cuántos de ellos eran realmente originarios de las islas? Debemos tener en cuenta que a principios de siglo eran todavía tierra de conquista. Se estaban estableciendo pobladores, que evidentemente eran portugueses, castellanos o andaluces. Las facilidades de emigración clandestina eran un poderoso estímulo para trasladarse hacia ellas. Determinar el origen de los expedicionarios es en buena medida una tarea imposible. Reflejar su rango de vecinos es algo igualmente complicado.
            Por todo ello no podemos hablar de emigración canaria en sentido estricto, sobre todo cuando se plantean cifras tan elevadas en una sociedad que está en sus comienzos, en proceso de formación y consolidación tras el trauma de la conquista. Pero es indiscutible que las Canarias fueron una base o un centro de intermediación para el traslado al Nuevo Mundo en un porcentaje mucho más elevado de lo que se ha sostenido hasta la fecha, especialmente para aquéllos que todavía hoy consideran el Catálogo de Pasajeros a Indias del monopolio sevillano como una Biblia.
            Se da la circunstancia de que la sociedad canaria se asienta como tal de forma paralela al proceso de conquista y colonización de América. Esta característica hace sumamente complejo el fenómeno y la causalidad migratoria, puesto que al mismo tiempo que la llamada de Indias incita a la búsqueda del Dorado, colonos de otras áreas son atraídos al archipiélago para la puesta en explotación de sus tierras. La combinación de ambos factores, la atracción indiana y la consolidación de la sociedad canaria integrarán la madeja de las relaciones canario-americanas desde el siglo XVI. Canarias, al mismo tiempo que recibe pobladores, que trafica con esclavos para impulsar el cultivo de la caña y para exportar a Indias, ve como progresa y se estanca su azúcar ante la competencia brasileña a partir de la segunda mitad de la centuria. Pero la crisis se palia con el alza de la exportación vinícola desde ese mismo período, que hace que el recambio no se haga de forma traumática.
            Los puertos de las tres islas realengas comercian con Indias. Se da salida a sus productos, entre ellos el vino; pero también se abre la puerta al contrabando. Este régimen mercantil privilegiado convierte al archipiélago en un vehículo para la penetración económica de las potencias europeas, interesadas en participar en los beneficios de las riquezas metalíferas de Méjico y el Perú. La interacción de todos estos factores nos explicita la singularidad y complejidad del trasiego humano entre Canarias y América.
            Se puede considerar como canarios a los nacidos en las Islas o avecindados durante cierto tiempo en ellas. Emigraron hacia Indias en número mucho más considerable que el nulo o prácticamente insignificante del que lógicamente habla el registro de pasajeros de Sevilla. Ningún canario iría a inscribirse en circunstancias normales a Sevilla pudiendo viajar directamente. Sin embargo, por la complejidad de los factores antes aludidos, no se puede hablar de emigración masiva específicamente canaria hasta la segunda mitad del siglo XVII.
            Habría, pues, que revisar el papel tradicionalmente asignado al Archipiélago. Lo que es indudable es que Canarias participó en las empresas de conquista y de colonización en un nivel muy superior al planteado por las fuentes tradicionales. Reseñemos al respecto algunas de ellas. A Pedro de Heredia se le concede facultad para llevar 100 hombres desde las Canarias a Colombia. Die go de Ordaz, gobernador de Paria, llevó 350, y su sucesor Jerónimo de Ortal 80 desde Tenerife. El alemán Jorge de Spira, al servicio de los banqueros Welser, a los que Carlos V había cedido la colonización de Venezuela,  reclutó en Canarias “doscientos hombres, los primeros que encontró en aquellas islas, sin reparar que fuesen de los bastos y groseros que suele producir aquel terreno”, como despectivamente señalaría José de Oviedo y Baños en su Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela. Cristóbal de Frías Marañón, capitán de la flota de Mendoza, en su expedición al Río de la Plata recoge expedicionarios en Canarias, que completan los reclutados por su jefe. En 1531 el gobernador de Santa Marta (Colombia) solicita al rey gente de Canarias para poblarla, porque la que llega de la metrópoli fallece en un 80% al poco tiempo de su arribada.
            En 1519 Lope de Sosa, gobernador de Gran Canaria, pasa a América. Recluta cierto número de vecinos de esa isla, que marchan con sus mujeres. En 1534 Bartolo mé García Múxica, fundador de Nombre de Dios (Panamá) concierta con varios vecinos y transeúntes su traslado. Pedro Menéndez de Avilés, nombrado por Felipe II Adelantado de la Florida, parte de Cádiz en 1563 con 1.500 hombres y 10 navíos. Llega a Gran Canaria el 5 de julio de 1565 y zarpa de su puerto. En 1569 partirían con ese destino un grupo de labradores canarios. Diego Hernández de Serpa, Gobernador de la Nueva Andalucía (Venezuela), parte de Sanlucar en 1569. Hace escala en Las Palmas de Gran Canaria y concierta con su pariente Adriano Padilla el envío a su costa de 200 hombres de guerra, de los que 50 serían labradores casados que se desplazarían con sus mujeres e hijos y 400 esclavos, una tercera parte de ellos hembras. Algunos de los fundadores de Cumaná serán precisamente originarios o vecinos de Canarias y se integrarían dentro de su oligarquía local.
            Pedro Fernández de Lugo, segundo Adelantado de Canarias, que había solicitado infructuosamente del Monarca la conquista del Río de la Plata, emprende en 1535 la de Santa Marta, en Colombia. Como resultado de ella, se fundan localidades en esa región como el puerto fluvial de Tenerife en el río Magdalena o La Palma. Una parte de los expedicionarios eran originarios de las islas.
            El profesor Lobo, en su estudio sobre las relaciones entre Gran Canaria e Indias en el siglo XVI, ha puntualizado que entre 1508 y 1565 están documentadas 211 personas que emprendieron viaje a Indias desde esa isla. De ellos 84, el 39%, eran naturales o vecinos de Canarias, el resto eran peninsulares o extranjeros. La mayoría eran varones, sólo 4 mujeres y dos de ellas con su marido. La mayor parte, 67, se dirige a Santo Domingo. El segundo destino, 34 personas, era México y el tercero, con 14, Panamá. Estos datos, elaborados a partir de protocolos notariales grancanarios, dan una medida bastante exacta de la realidad migratoria de una de las Canarias, que podría extrapolarse, teniendo en cuenta la compleja diversidad insular, a La Palma o Tenerife, para medir su volumen y su procedencia.
            La primera referencia de colonización organizada en las Antillas por canarios con fines pobladores se frustró. Aconteció en 1533 cuando Pedro de Bolaños fue autorizado a establecer una villa en Montechristi (N.O. de Santo Domingo) con una compañía de 70 labradores de la Península y Canarias. Su fundación debía de haberse llevado a cabo en 1545, porque así lo especificaba  un acuerdo entre la Corona y el canario Francisco de Mesa, que se comprometía a llevar 30 familias isleñas, convirtiéndose a cambio de ello en su gobernador. Pero la despoblación de Santo Domingo era un hecho. Mayores alicientes brindaban México, Perú o Colombia. En 1530, oficiales de La Palma solicitan a la Corona que a la mayoría de los residentes de Portugal y Castilla que deseasen ir a Indias se les incentivase con licencias de embarque y tierras a su llegada. Tres años más tarde, una Real Cédula ordena que no se ponga impedimento a los colonos canarios para cruzar el Atlántico. Este decreto se reitera en 1555, pero se insiste en la obligación de residir en el territorio asignado un mínimo de años. Debemos tener en cuenta que se trata de estimular por la Corona la emigración a Santo Domingo, ante los riesgos que ocasiona su despoblamiento y la existencia de piratas franceses y holandeses en su costa. Pero se convierte en una excusa para establecerse en el continente.
            El carácter marginal a que quedan relegadas las Antillas tras la conquista de México y el Perú contribuye en buena medida a su creciente desinterés y desabastecimiento por parte del monopolio sevillano. Por contra, su comercio pasa a ser asumido por los canarios. Pierre Chaunu sugiere que 20 naves isleñas cruzan el Atlántico con destino al Nuevo Mundo entre 1550 y 1627. Parten al margen de la flota y a menudo sin autorización. Este tráfico es muy apreciado en las Antillas por el bajo precio del vino y el mercado de contrabando que abre. Hasta finales de la centuria Santo Domingo es su centro privilegiado, que origina necesariamente un trasiego de personas. El azúcar reemplaza al oro dentro de su economía. En 1569 se trasladan maestros de ingenios que deben permanecer en La Española por espacio de al menos 6 años. Pero, con todo, la decadencia es irreversible en la primera capital del Nuevo Mundo.
            En el último tercio del siglo XVI La Habana sustituye a Santo Domingo como el principal destino canario. Se calcula que los isleños representaban entre 1585 y 1645 alrededor del 25’6% del total de los inmigrantes en La Habana. Un floreciente comercio canario-cubano reemplaza la incapacidad o desinterés del monopolio sevillano hacia el mundo antillano. Aunque no se trata de una emigración masiva, de forma lenta se irá desarrollando un movimiento poblacional de comerciantes y de agricultores canarios hacia la Perla de las Antillas, entre los que destacará la familia palmera Díaz Pimienta. Su predilección como pobladores aparece documentada ya en esos años. El capitán Sánchez Moya insistió, en 1611, ante el rey Felipe III sobre la necesidad de aumentar la población de Santiago del Prado en el oriente de la isla, con 50 familias isleñas, cuyo aporte preveía esencial en la industria azucarera. El monarca lo aceptó pero autorizó el traslado de tan sólo 10 familias.
            El bajo coste del pasaje y las facilidades dadas para la emigración desde Canarias eran un considerable aliciente para su potenciación. A partir de 1570 su precio tiende a descender como consecuencia de la creciente oferta mercantil. El marco legal había favorecido el embarque de soldados, de pobladores e incluso de extranjeros que tenían restringida la emigración desde Sevilla. En la segunda mitad de la centuria, ante el despoblamiento antillano, se autorizó el embarque legal para poblar La Española. A los jueces de registro establecidos en Gran Canaria, Tenerife y La Palma, para frenar la despoblación y obstaculizar la migración clandestina, sólo se les autorizó  el envío de colonos a Santo Domingo. Desde esa isla era fácil marchar hacia el continente. Además el fraude y la venta de permisos eran mucho más sencillos y económicos que emprender tal corruptela en Sevilla.
            Era prácticamente imposible  evitar los embarques clandestinos en las tres islas que podían comerciar directamente con América. Pero lo mismo acontecía con aquéllas que lo tenían prohibido. ¿Quién podía controlar que alguien se incorporase desde ellas a los navíos que partían desde las que tenían permiso? Tal dimensión presentó la emigración ilegal que en 1574 la Corona prohibió el embarque de los vecinos de Gran Canaria a propuesta de su Juez de Registro y regidor Pedro de Escobar, quien argumentó para ello la despoblación de la isla y la debilidad defensiva que ocasionaba. Ello no fue óbice para que lo hicieran desde Tenerife o La Palma hasta 1599, año en que la prohibición se hizo extensiva a las tres islas realengas.
            Con prohibición o sin ella, las corrientes migratorias continuaron amparadas incluso en la suprimida Real Cédula que permitía el embarque hacia la Española. El Juez de Registro de Gran Canaria había aludido en 1609 al exceso de pasajeros que marchan a Indias desde las islas con la excusa de tal cédula pobladora de Santo Domingo, pretexto de que se valían para tolerar el embarque los jueces de las otras dos islas. 
Profesor de Historia de América de la Universidad de La Laguna 

Desde Santander, Javier Tazón nos escribe este relato
la sidra que marcho a américa